Como la mayoría de las cosas, el arte es enriquecedor si no te da una sobredosis. Todos hemos cometido alguna vez el error de ir a un museo con la heroica idea de verlo entero. Sólo un milagro te puede salvar de acabar agotado, arrastrando los pies en los últimos cien metros por cumplir contigo mismo y no dejar las cosas a medias, algo que a nadie le gusta hacer. Si encima te mareas (que puede pasar) aún creerás que estás sufriendo el síndrome Stendhal. No te engañes: estás saturado. No hace falta retener todo lo que ves y mucho menos pretender que te guste. Si alguna vez me acompañas a una exposición, te aconsejaré que intentes retener al menos una cosa que te haya gustado. Y si luego te tomas la molestia de investigar un poco más sobre ello al llegar a casa, todavía mejor. Esto es muy parecido a ir al gimnasio: no sirve de nada pretender recuperar en una mañana lo que no has hecho en todo el año, porque no volverás.
Por cómo te expresas, no tengo duda alguna de que tu espíritu es todo menos diminuto en ningún aspecto (aunque soy una ferviente defensora de que no hace falta ser trascendental a todas horas). El mundo del arte es un laberinto de complejidades y contradicciones empezando por los compradores: la mayoría de las veces, no saben ni lo que están adquiriendo (o sí lo saben y lo que compran es en realidad un cierto estatus); están también los que saben apreciar la pieza que tienen delante, pero no la pueden pagar. El artista, medio muerto de hambre, debatiéndose entre la indignación de ver sus creaciones reducidas a simple mercancía y su propia frustración hacia el galerista que no logra vender lo que debería. He sido testigo de galeristas despechados poniendo a caer de un burro a los artistas con los que ya no trabajan y por supuesto las envidias entre galeristas son también moneda corriente. Pero cuando te encuentras frente a frente con una obra que te sobrecoge y empiezas a rascar poquito a poco sobre el por qué, el proceso, sobre el artista como especie de discreta grupi, el resto da un poco igual. No dejan de ser comportamientos primitivos (rozando a veces la tragedia griega) y habría que estudiar de cerca a aquellos que se ríen y vanaglorian de saber más de arte que el resto de presentes. Me parece un poco osado porque siempre va a haber alguien que sepa más de arte que ellos mismos y entonces no podrán tirarse el pisto. ¡Te mando un abrazo valenciana!
El domingo no me dio tiempo de escribirte. Yo tb soy de Valencia, bueno, de un pueblo cerquita. No soy muy de arte, posiblemente porque los gustos se educan, pero me ha parecido fascinante lo que contabas de pintar el agua. A partir de ahora miraré pinturas con agua de otra forma. De todas formas, he de confesar que el mundo artístico, de lo poco que conozco, a veces se me ocurre que es un poco snob, como la gente aquella que le hacía la pelota a tu ex. Y cuando ha quedado patente mi incultura y se me han reído (poco, que no tengo amigos artistas) la mala en mí ha pensado: nos vemos en urgencias. Yo soy pequeña de espíritu en algunas ocasiones. Más de las que me gustaría admitir. Pero en realidad lo que me gustaría es ir a un museo, ver una obra y que alguien que sepa me explique cada pincelada.
Por cómo te expresas, no tengo duda alguna de que tu espíritu es todo menos diminuto en ningún aspecto (aunque soy una ferviente defensora de que no hace falta ser trascendental a todas horas). El mundo del arte es un laberinto de complejidades y contradicciones empezando por los compradores: la mayoría de las veces, no saben ni lo que están adquiriendo (o sí lo saben y lo que compran es en realidad un cierto estatus); están también los que saben apreciar la pieza que tienen delante, pero no la pueden pagar. El artista, medio muerto de hambre, debatiéndose entre la indignación de ver sus creaciones reducidas a simple mercancía y su propia frustración hacia el galerista que no logra vender lo que debería. He sido testigo de galeristas despechados poniendo a caer de un burro a los artistas con los que ya no trabajan y por supuesto las envidias entre galeristas son también moneda corriente. Pero cuando te encuentras frente a frente con una obra que te sobrecoge y empiezas a rascar poquito a poco sobre el por qué, el proceso, sobre el artista como especie de discreta grupi, el resto da un poco igual. No dejan de ser comportamientos primitivos (rozando a veces la tragedia griega) y habría que estudiar de cerca a aquellos que se ríen y vanaglorian de saber más de arte que el resto de presentes. Me parece un poco osado porque siempre va a haber alguien que sepa más de arte que ellos mismos y entonces no podrán tirarse el pisto. ¡Te mando un abrazo valenciana!
Gracias por descubrirme a Julia Santa Olalla, su obra es realmente sugerente con esa unión de luz y oscuridad, de pulcritud y caos.
El domingo no me dio tiempo de escribirte. Yo tb soy de Valencia, bueno, de un pueblo cerquita. No soy muy de arte, posiblemente porque los gustos se educan, pero me ha parecido fascinante lo que contabas de pintar el agua. A partir de ahora miraré pinturas con agua de otra forma. De todas formas, he de confesar que el mundo artístico, de lo poco que conozco, a veces se me ocurre que es un poco snob, como la gente aquella que le hacía la pelota a tu ex. Y cuando ha quedado patente mi incultura y se me han reído (poco, que no tengo amigos artistas) la mala en mí ha pensado: nos vemos en urgencias. Yo soy pequeña de espíritu en algunas ocasiones. Más de las que me gustaría admitir. Pero en realidad lo que me gustaría es ir a un museo, ver una obra y que alguien que sepa me explique cada pincelada.