El pasado 23 de junio, mi hermana melliza y yo cumplimos 33 años. Me gusta puntualizar, cuando hablo de ella, que no nos parecemos en absoluto: ella es rubia con ojos verdes, yo soy morena con ojos castaños. De las dos, yo siempre he sido la del parar más serio. Ella, sin embargo, tiene una sonrisa arrolladora y una alegría contagiosa que te hace querer tenerla continuamente cerca. Considero una suerte increíble haber nacido con una compañera de vida, y de mil batallas. Alguien con quien he podido ser yo misma sin reservas. En septiembre hará 10 años que vive en París. Desde que se trasladó a la ciudad del amor, nunca hemos vuelto a celebrar un cumpleaños juntas. Nos suelen preguntar si esa distancia, la separación física, ha sido traumática para nosotras. Ella, que es rápida y mordaz, se adelanta y responde con sorna: «Somos mellizas, no siamesas.» Y tiene razón. El hecho de que nuestros caminos se hayan separado no ha mermado la seguridad con la que llegamos al mundo: sabiendo que nunca nos sentiremos solas, porque siempre podremos contar la una con la otra. Dondequiera que nos encontremos. Eso sí que es jugar con ventaja.
Con motivo de esta fecha tan señalada, tenía pensado escribir un alegato sobre lo poco que me preocupa el devenir de los años. Quería abordar ese miedo tan común entre las mujeres de volverse invisibles y el dilema constante de qué hacer con las canas (que es lo que verdaderamente me preocupa: no la cuestión estética, sino la fortuna —y el tiempo— que, de repente, has de invertir en peluquería con creciente frecuencia). No obstante, me ha dado tanta pereza abordar el tema y lo llevo arrastrando durante tantos días entre mis borradores que, al final, me ha parecido que sería más divertido contestar al cuestionario de Proust de la propia Leticia Sala. Lo encontré magnífico en su día, cuando lo leí, y un buen ejercicio al que enfrentarme con mi recién estrenada primavera. Así que, allá vamos:
¿Cuál es tu relación con el dinero?
Muy contradictoria, como con casi todas las cosas. No me gusta hablar de dinero y, sin embargo, no tengo reparos en hacerlo en mi faceta profesional. Aunque soy muy ahorradora, de vez en cuando soy perfectamente capaz de invertir una suma absurda, en algo igualmente absurdo, pero que me hace ilusión. A veces me comporto como si fuera Rockefeller, convenciéndome de que vale la pena el gasto, que no es tan caro. Y de pronto, a los meses, me digo a mi misma que no puede ser: que forzosamente han tenido que subir el precio de aquello que compré. ¿Cómo iba yo a gastarme tanto dinero en algo así?
¿Qué le dirías a tu primer amor?
Absolutamente nada. Siempre me he marchado en silencio, sin pedir ni dar la menor explicación. Guardo para todos los hombres que he conocido un silencio absoluto y tranquilo. Lo único que el ser humano no es capaz de olvidar es el enigma de aquello que nunca llegó a comprender.¿Cómo distingues entre intuición y paranoia?
Pienso que la paranoia surge de nuestros propios miedos e inseguridades, dificultando distinguir claramente los signos o los detalles que preconizan una resolución probablemente inequívoca. De ese miedo, se desatada la negación —o la soberbia— y surge un pensamiento engañoso que te dice: «es imposible que eso me pase a mí». O, «esa persona nunca lo haría». Error. Sólo al despojarse del miedo y de la suficiencia, uno puede confiar en su propia intuición. Porque aunque no lo hayas vivido, ya has visto esta película. Por eso la literatura, la historia y el cine son tan importantes: porque nada de lo que te ocurra es la primera vez que sucede en la vida.¿Cuándo fue la última vez que compraste flores?
En mi casa siempre hay flores frescas. Compro casi todas las semanas: la última vez, compré un gran ramo de claveles rojos.¿Cómo se te da la amistad?
Tengo muy pocas amistades —cuando digo muy pocas, son realmente pocas—, pero con ellas soy incondicional. Soy absolutamente sincera, pero nunca me verás juzgar.¿Qué sensación corporal provoca la envidia?
Poca veces en mi vida he sentido envidia, pero las suficientes como para conocerla y ser capaz de identificar su sombra en rostros ajenos: se dibuja en la cara, durante una fracción de segundo, un rictus inequívoco e incontrolable. Una incómoda mezcla entre rabia y estupor que enseguida desaparece entre falsos cumplidos.¿Consideras las emociones de cuando has bebido verdaderas emociones?
Sí creo que son verdaderas. Quizá algo exageradas, pero no por ellos menos reales: la procesión se lleva por dentro.¿Playa o piscina?
Prefiero la playa (siempre y cuando estemos hablando del mediterráneo). Y si el mar puede estar como una piscina, todavía mejor.
¿Debería haber silencio delante del mar?
Rotundamente sí, y es en lo poco que puedo llegar a ser inflexible.
¿Fuiste feliz en los veranos de tu infancia?
Sería injusto decir que no. Claro que lo fui, pero la verdadera felicidad terminó de materializarse cuando conquisté la libertad: la libertad de hacer lo que quisiera, incluso de no hacer nada.
¿Tren o avión?
Por razones obvias, prefiero viajar en tren.¿Tu meme favorito?
Este que me envió una amiga muy querida y creo que me representa a la perfección:¿Cómo es la relación con tu padre?
Mi padre es como yo. Por eso puedo descifrar su forma de ser, entender sus defectos y sus inmensas virtudes. Y sin embargo, siempre habrá una parte de él que nunca llegaré a conocer.
¿Te gusta apurar tu llegada al aeropuerto o llegar con mucha antelación?
Me gusta llegar con tiempo, pero casi nunca lo consigo.¿Cómo definirías la mediocridad?
Definir la mediocridad es una de las preguntas del cuestionario que más difícil me ha parecido. Rara vez pienso en la mediocridad, quizás porque reconozco que soy mediocre en muchísimas cosas. Sin embargo, reflexionando sobre ello, aunque puedo serlo, sé que no lo aparento. Entonces, tal vez mi definición esté de alguna manera vinculada a la apariencia, a la primera impresión y a la forma de vestir. No se trata tanto de vestir mejor o peor, sino de ir impecable. Por ejemplo: llegar a una reunión de trabajo con la ropa arrugada y los zapatos llenos de polvo —que son detalles de sencilla resolución— me produce un grandísimo pudor. Así no bajo yo ni a tirar la basura.¿Qué nos une a todos?
Si hay algo que nos une a las personas, independientemente de nuestra cultura o de la época que nos toca vivir, es que compartimos las mismas debilidades. En particular la vanidad que, como decía Jose Luis de Vilallonga, tiene más fuerza para mover el mundo que el sexo y que el dinero.¿Qué te hace una persona única?
Ninguno de mis defectos, pasiones o inquietudes son únicos en sí mismos. Quizá sí la conjunción de los mismos, pero no creo —ni he creído nunca— que yo sea una persona única.
¿Tienes alguna obsesión?
Muchas. Pero ninguna con la suficiente importancia como para quitarme el sueño.¿Cuál es tu Imperio romano?
Los hombres, a los que he dedicado tanto tiempo, interés y esfuerzo que me cansé. Y ahora, mi imperio romano soy yo.¿El mejor recuerdo de tu infancia? ¿Y el peor?
Me cuesta mucho recordar mi infancia. Tengo muchos recuerdos borrosos, incompletos en su mayoría, que necesito ayuda para reconstruirlos. Quizá uno de los mejores podrían ser los últimos días de colegio, durante el mes de junio, cuando la exigencia de los profesores aflojaba y aprovecha cada minuto del recreo para jugar con mis compañeros antes de que el verano nos separase. En cuanto al peor recuerdo, sin duda la resignación de que me mandaran. Todavía de adulta me sigue pasando.¿Tu palabra favorita?
Ojalá.¿El primer libro que se te pase por la cabeza?
La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, que he pasado tantas noches leyendo en los últimos meses y que al fin he terminado.¿Sobre qué nunca deberíamos preguntar?
Sobre las cosas que no estamos dispuestos a escuchar.¿Qué canción escogerías para morir?
Where do you go to (my lovely), de Peter Sarstedt, aunque nadie lo entienda.¿Un viaje que no hayas olvidado?
Una noche recorriendo París hasta el amanecer, la primera vez que puse un pie en Venecia, o el viaje en que hice las paces con Roma… Todos esos recuerdos, compartidos con la misma persona.¿Un sueño recurrente?
He soñado muchas veces que estoy buceando en el mar, rodeada de miles de especies marinas de todos los tamaños posibles: delfines, ballenas, tiburones, bancos de peces… Todos nadando en la misma dirección, como en una migración colectiva, moviéndonos hacia un destino desconocido para mí. A pesar de que en el sueño puedo respirar bajo el agua, siempre me asalta el miedo de ser descubierta: temo que se percaten de que estoy en un lugar al que, en realidad, no pertenezco.¿Cómo es la relación con tu madre?
Cada vez más sincera, y también más compasiva.¿Tus cereales favoritos?
No acostumbro a desayunar cereales, pero tengo preferencia por los que llevan miel.¿Te arrepientes de algo?
Lamento haber dado por sentado todas aquellas cosas que pensé que durarían siempre.¿Qué me preguntarías a mí?
, pero también para mis fieles lectores: ¿cuál es la última frase que has subrayado en un libro? ¡Os leo en los comentarios!
Esta va para
Feliz cumple. Por las respuestas quizás la mala de la película sea tu hermana. 😅
Muchas felicidades por tus 33 y por tu bonito artículo. Sobre la 30 y muy relacionado con tu 9: "Antes de enamorarme de las personas que como yo elijen las mañanas para zambullirse en el océano, las odio siempre, acaparadora furiosa de mi mar, de la promesa intacta y solitaria de otro día en el agua", de M. Busquets. Auguri!!