A Mario Benedetti le robé tantas frases en mi adolescencia que todavía hoy me asaltan de repente, por su cuenta y voluntad. Las repito de memoria, sin querer, como un mantra grabado a fuego que viene a recordarme la importancia de mantener los pies en el suelo: «En realidad, sólo existe la dirección que tomamos. Lo que pude haber sido no cuenta. Nadie acepta esa moneda; yo tampoco.» Y sin embargo, ¿quién no ha soñado alguna vez que con viajar al pasado, retomar un recuerdo y vivirlo de nuevo con la ilusión de poder corregirlo, de poder elegir otra vez? De elegir lo que no se eligió, y preguntarse qué habría pasado si se hubiera tomado otro camino, si se hubiera dicho algo distinto, si se hubiera hecho esto en vez de lo otro, si esta vez, juegas con la ventaja que conceden la edad y la experiencia.
Aprendo algo nuevo de Sarai Pérez («selvática»), cada vez que llega a mi buzón una de sus misivas semanales; la de hoy, en particular, me ha encantado, y la guardo, por si acaso me encuentro algún día en la misma circunstancia —uno nunca sabe, ni debe subestimar, los giros de la vida ni los azares del destino—. Tomé nota de todas las cosas que le hubiera gustado saber antes de cumplir los cuarenta (otro mantra: invierte en ropa interior) y, al hacerlo, me he aventurado yo también a escribir las mías.
Ahí van, todas las cosas que aprendí a los treinta y que me hubiera gustado saber mucho antes:
Que de amor no se muere nadie.
El dinero no da la felicidad, pero sí puede proveer de algo mucho más valioso: la libertad. Y precisamente por eso, aléjate de quienes gusten de hablar de dinero porque esos, por más que tengan o aspiren a tener, siempre serán esclavos.
Aprende a perdonar, pero sobre todo a pedir perdón.
La buena educación gusta a todo el mundo, incluso a los que carecen de ella.
Pocas cosas son tan arrogantes como jactarse de ser humilde: la humildad sincera no necesita proclamarse en voz alta.
Apunta esto: es lícito cambiar de opinión.
El silencio es un arma poderosa que ha de manejarse con la misma precisión —o más— que la palabra.
No necesitas demostrar nada a nadie.
La belleza es la única forma de entender el mundo. Búscala en cada rincón, en los gestos cotidianos, en lo que tocas, en lo que miras e incluso en la imperfección.
La gente no responde como la tratas, sino cómo es: con sus propios demonios, sus miedos y sus contradicciones.
Si hay duda, es que no.
Nadie necesita tanta ropa, ni tantos bolsos, ni tantas cremas como para que el único patrimonio del que dispongas esté colgando en el armario. Ten pocas cosas, pero cuídalas mucho.
No hay que confundir sinceridad con mala educación.
Lidiar con las persona es la parte más difícil de cualquier profesión.
Nadie es tan importante como para faltar a su promesa.
La vanidad es la más insidiosa de las debilidades humanas: no hay presa más fácil de domeñar que quien está cegado por su propia imagen.
Ser tacaño empobrece el alma.
Si no quieres salir, no salgas.
Rodéate de amigas que no te digan lo que quieres oír.
Y no te pierdas un solo viaje con ellas.
El único tiempo del que te arrepentirás de haber perdido es aquel que no pasaste con tus padres.
Lo más importante de cualquier contrato es la cláusula de salida.
Cuando te sientas incapaz de hacer algo, recuerda que hay miles de personas que han logrado lo que crees que es inalcanzable para ti. ¿Por qué ibas a ser menos?
No pierdas nunca la capacidad de soñar despierto.
Se aprende más en una cena, rodeado de gente inteligente, que calentando la silla en una oficina.
Si tienes una idea, no dejes que el miedo al fracaso la posponga hasta la eternidad. Cuanto antes la pongas en práctica, mejor.
Es preferible generar envidia que padecerla.
Nunca te compares.
Pierde el tiempo todo lo que quieras, después de todo, nadie ha hecho nada realmente importante sin acumular miles de aventuras que contar.
No tengas prisa. La vida no es una carrera, es un viaje.

Muy lindo texto. De cada experiencia/fracaso/crisis se sacan lecciones que nos acompañan para toda la vida 🙏🏻🙏🏻
No he leído a Benedetti, lo intenté pero no pude. Prefiero a Juan José Arreola. Sus escritos son botanísima, sobre todo me gustó "Para Entrar al Jardín" y "Los Montes Están de Parto". Entiendo que ahora, por el discurso, se consideren "machistas". Yo no lo ví así de niño, hice diferencia entre el arte y el lenguaje inflamatorio. Pero, a posteriori, Arreola parece que al menos a una mujer, la trató muy mal. Cosa que a mí no me arruina sus cuentos. Comento por tender a la honestidad.